viernes, 30 de diciembre de 2011

Capítulo I

Dos razas cohabitan la tierra. Ambas subsisten como dos razas distintas; la primera superior, más fuerte, altivos y crueles, los vampiros.  La segunda, los humanos, considerados una raza inferior.
Los humanos viven conscientes y resignados del rol que los dioses les han asignado, no oponen resistencia cuando los vampiros salen de caza y ellos son los cazados. Así había sido durante siglos, nadie recuerda, ni humanos ni vampiros ,que hubiera sido de otra manera.
Y así ,habría seguido siendo, de no ser por ella.
Uma,  la princesa del clan del fuego,  el clan más antiguo de los vampiros. Canesfé, su madre, respetada por los demás clanes cómo La Guia de los vampiros.  Un ser orgulloso de su origen, de su raza y  fiel a las leyes de su pueblo.
-Madre- Uma se dirige hacia su madre con semblante serio, con voz ronca vuelve a llamarla. -Madre-.
Canesfé, se gira. Se queda quieta, espera a que su hija esté más cerca. Ella avanza lentamente de manera pausada, sin prisa, sabe de lo complicada de la situación, y, no desea forzar demasiado esta tensa situación.
-Querida Uma, sé lo que vas a decir, sé lo que tanto te disgusta, pero estas son las leyes y las leyes son las que rigen nuestra existencia. Gracias a ella somos lo que somos.
-Madre, piénsalo, no debes dejar que sigan cometiendo esos atroces asesinatos. Los humanos nos sirven de alimento, pero eso no nos da derecho a la tortura y al vil asesinato, solo porque el Príncipe Olta del Clan del hielo sienta placer y goce con su sufrimiento y su muerte.
-Si. Tienes, razón la crueldad de Olta es desmesurada. No es propia de un Príncipe, hablaré con su padre, mi hermano...
Uma la interrumpe, antes de que su madre termine.
-Madre, deberías hablar con todos los líderes de los diferentes clanes, no solo el Príncipe Olta es quien goza con sus salidas salvajes de caza, los demás príncipes, también, aunque sea Olta quien los lidera.
-Eso es más preocupante, somos una raza superior, no una raza de salvajes.- afirma tajante. En su semblante se adivina la preocupación, el problema es más delicado de lo que Uma cree, aunque ella sea consciente de la injusticia cometida, ni tan siquiera puede, apenas, sospechar lo que estos hechos pueden suponer para la continuidad de los clanes. De su convivencia y su supremacía como raza superior.
La Princesa Uma se gira, le da la espalda a su madre. En su rostro se refleja una tristeza imposible de disimular, y no quiere que su madre, se percate y se lo recrimine. Le gustaría seguir la conversación, pero prefiere darla por zanjada; no desea que su madre pueda sospechar que hay algo más que una simple denuncia contra su primo el príncipe Olta.
-Guia Canesfé,-  interrumpe el General Nadormich. El tono de su voz, parecía más grave que de costumbre. Se queda quieto en la entrada de la estancia.
Uma desde el otro lado de la sala lo observa, le impresiona su porte. La figura del General siempre la ha sobrecogido. Leal a su madre el General parece ignorarla, tan solo espera la respuesta de su Guia.
La Guia Canesfé dirige su mirada hacía la puerta, visiblemente enojada por la interrupción del General, pero, se limita a invitarle a entrar en la estancia.
-Adelante General, muy importante debe ser lo que te trae ante mí.
El General Nadormich avanza por la sala con paso firme. Su capa hace bailar las llamas de las antorchas que iluminan la sala, dando al general un aspecto, si cabe, aún más solemne e inquietante. Nadormich intenta disimular la absoluta admiración que profesa a su líder, la Guia Canesfé,  la criatura más fascinante de la creación.
La princesa Uma observa el encuentro en silencio. Cuando el general queda frente a Canesfé, esta con un gesto, invita a su hija a salir de la sala. Uma asiente con la cabeza y muy a su pesar accede a abandonar la estancia.
Se dirige la Princesa Uma a sus aposentos. Parece una criatura frágil,pero nada más lejos, de la realidad. La princesa es fuerte e impulsiva, repleta de energía. Posee una gran belleza, de tez clara, destacan sus ojos negros con destellos del color del fuego, su cuello largo le dan un aire altivo, su paso es seguro y elegante. Abrigada por una larga melena que cae por su espalda como una cascada de rizos del color de la noche.
-¿Qué intrigas se traerá entre manos el general?- Se pregunta Uma, mientras recorre el largo pasillo que la llevaría a sus estancias privadas.
Hay movimiento en los corredores, los guardianes del palacio recorren el laberinto de galerías, deben cerrar los grandes respiraderos, que suministran aire fresco por la noche, pero que se vuelven mortales cuando es el día quien inunda el exterior.
Entra en su habitación,la estancia es agradable, decoran el suelo las pieles de grandes osos negros. Le gusta andar descalza sobre ellas, despacio, sintiendo el calor que desprenden. Se dirige hacia la cama que se encuentra justo en el centro de la habitación. No hay ventanas, no las hay en ninguna estancia del palacio, para qué.
Está a punto de amanecer. Cierra los ojos e imagina como será. La invade una incierta curiosidad; ella tiene un secreto, cuando los últimos rayos de sol bañan el cielo, desde uno de los respiraderos, escondida, puede ver por unos segundos los colores del cielo que la noche le roba al día. Colores añorados y soñados, ¿si es tan hermoso el final del día, como será su nacimiento?

jueves, 29 de diciembre de 2011

Prólogo.

Abre los ojos, despacio, no hay mucha luz; pero aún así el reflejo de las antorchas le hace daño. Ha estado dormida mucho tiempo, quizá demasiado. Se estira despacio, primero con prudencia, más tarde con fuerza.-Que delgada estoy- piensa. Se le notan las costillas, su rostro huesudo hunden sus ojos del color del fuego.
Parpadea una y otra vez, hasta que sus ojos se acostumbran a la luz. Lleva dormida más de dos siglos, un sueño largo y dulce, del que no deseaba ser despertada.
Hay un grupo, pequeño, de jóvenes muchachas que la contemplan, están temblando. Hace frío, pero no es el frío quien las hace temblar, sino el miedo.
Ellas son las que la han despertado y aunque conocen su benevolencia temen su poder.Conocen la historia, las leyendas y los mitos que rodean la figura de aquella a la que ellas guardan; pero nadie del templo ha vivido lo suficiente para conocerla. Tan solo saben lo que sus predecesoras le contaron, lo que su fe les contagió.
Saben lo importante de su misión, son las guardianas de la princesa muerta. Deben velar su sueño, deben protegerla, deben borrar su existencia de la memoria de los vivos, su historia no debe ser sabida. No debe ser conocida. Tan solo las guardianas conocen, tan solo las guardianas saben. Solo ellas saben de la existencia de la que duerme. Y ahora, la han despertado.